Libros pequeños, sueños grandes
Hoy nos gustaría hacer un breve elogio por las pequeñas editoriales, las independientes, o los pequeños negocios, que al final todo es extrapolable a otros campos y otras ramas, para poder defender la idea de lo importante que es la diferencia en este mundo dominado por el marketing y la globalización.
Desde que comenzamos nuestra andadura toda la gente que nos ha rodeado nos ha mostrado su cariño, su apoyo, e incluso su admiración por el valor que le hemos echado al montar una iniciativa cultural con los tiempos que corren. A todo el mundo le gusta el arte (raro es encontrar a una persona a la que no le guste ningún tipo de arte, aunque supongo que existir… existen). Dando eso por hecho, también es importante apoyar esos proyectos bonitos y pequeños que nos diferencian del resto. Hablando de proyectos hablamos de muchas cosas, no solo de nosotros y otras editoriales pequeñas, sino también de artistas, músicos que se ganan la vida tocando en lugares recogidos que no son el Palacio de los Deportes o Las Ventas, o empresas que se lanzan a la aventura y crean —por ejemplo— su propia cerveza para dejar que nuestros sentidos prueben sabores distintos.
Durante su presentación de Mi vida en Camposanto, Carlos Mazarío hizo una profunda reflexión sobre la importancia de esos pequeños negocios que apoyan la cultura, ya sean librerías, bares y cafeterías que promueven presentaciones y actos culturales, asociaciones, o pequeñas salas de exposición de autores emergentes, y cómo siempre nos acordamos de ellos cuando no ya están en lugar de apoyar sus iniciativas siempre que podamos, ya sea comprando sus productos, compartiendo sus iniciativas en redes sociales, o simplemente hablándole a un amigo en un bar de ese nuevo proyecto que han comenzado en tal o cual sitio. Toda gota de agua, aunque parezca insignificante, es valiosa, y muchas gotas hacen un océano.
Si no existieran esos pequeños negocios, solo existirían monopolios dominados por las ventas. No se crearían nuevos artistas y las nuevas generaciones crecerían consumiendo a los cuatro artistas que tienen fama mundial, y el talento y los ingentes conocimientos de grandes vídeobloggers —me abstengo de dar nombres porque por suerte no conozco ninguno—. Las grandes marcas, aunque importantes también para el mundo del libro, corren menos riesgos que las pequeñas editoriales que ponen todo en juego para apostar por autores con talento o por proyectos originales que ofrecen puntos de vista distintos. Solo hay que decir que lo último de Harry Potter al que tanto bombo se le ha dado, ni es una novela (aunque lo parezca), ni lo ha escrito J.K.Rowling (aunque por la cubierta cualquiera diría lo contrario) y lo único que nos faltaría por decir que ni es de Harry Potter, pero en este caso sí, está basado en ese personaje de la afamada autora británica.
¿Se puede apostar hoy en día por la poesía? ¿Y por el relato breve creado por autores poco conocidos? ¿Y por obras de fotógrafos e ilustradores, muchas veces relegados a un segundo plano, a ser el complemento de otras obras? ¿Y por obras dirigidas a los más jóvenes ofreciéndoles cosas distintas? Nosotros pensamos que se puede, pero que todo proyecto necesita, cada vez más, del apoyo de la gente, de las instituciones, de los colegios, de los autores, de los libreros, de los amigos, de los conocidos, de los medios locales, provinciales, incluso, por qué no, de medios nacionales enamorados del arte. Hoy en día, para sacar un proyecto artístico adelante es necesario el empuje de todos.
Existen hoy en día más de 3.000 editoriales en activo en España y os pediría, lectores, que intentarais hacer memoria y recordar más de 10 de ellas. Seguramente, para cualquier persona ajena al ámbito de la publicación de libros, conseguir los 10 nombres haya sido difícil y, es más, los nombres recopilados por casi todos vosotros serán parecidos. Si miramos también los libros más vendidos del año pasado, podemos apostar a que también aparecerán esos mismos nombres… y aún así, hay más de 3.000 editoriales, ¿cómo es posible? Básicamente por la apuesta de esos proyectos pequeños y medianos, casi artesanales, por cosas originales y el apoyo de todos los círculos que los rodean. Esas editoriales no buscan hacerse ricas, sino dar cabida a buenos proyectos y salirse de lo establecido.
Para concluir, que ya me estoy extendiendo más de lo debido, decir que las empresas y editoriales pequeñas necesitan del boca a boca, de fabricar extensas redes —como laboriosas arañas— para conseguir llegar lejos y construir una sólida estructura sobre la que mantenerse. Así que todo el apoyo, aunque parezca pequeño, siempre es bienvenido. Compartid todo esos libros que os gustan, esos autores de los que no hablan los periódicos, esos proyectos que os llegan al alma. Compartid. Animaos, inventores y defended aquellos proyectos, aquellos lugares, aquellas tiendas y locales que nos aportan algo distinto en este mundo cada vez más uniforme.
Nos vemos pronto, soñadores.