Cargando...carro

Relato: Los durmientes de Miguel Cebrián

Hoy, Día del Libro, nada mejor que un nuevo relato que llega a nuestras manos para aliviar el peso del confinamiento. El arte no cesa y en estos días damos rienda suelta a nuestras pasiones artísticas. Nos llega una propuesta literaria con notas distópicas que bebe de la situación actual para mostrarnos un futuro con tintes sombríos.

El relato lleva por título Los durmientes, de Miguel Cebrián. Apasionado por la poesía, los relatos y microrrelatos, así como de las historias distópicas, Miguel participa con regularidad en eventos de escritura creativa además de publicar algunos de sus trabajos en el perfil de Facebook,  Titiritero del Títere. Aquí os dejamos con esta original propuesta.

 

 

Los durmientes

Me despierto en mi habitación como siempre; he descansado tan profundamente que no sabría decir cuánto tiempo llevo recostado del lado izquierdo. Hay quien dice que dormir en esa posición no es bueno para el corazón debido a la presión que el propio peso ejerce sobre él, pero a mí no me importa, es la postura que más me relaja.

Me giro torpemente hacia el lado derecho y aún con los ojos casi pegados, vislumbro en la oscuridad las luces parpadeantes de mi reloj despertador con los dígitos horarios a cero (es lo que suele pasar cuando ha habido algún pequeño corte en el suministro eléctrico).

¡Mierda!, me digo, se me ha vuelto a ir la luz. Con mucho esfuerzo me incorporo de la cama mareado y un tanto desorientado. Me siento apoyando las plantas de los pies en la pequeña y suave alfombra que tengo a un lado de la cama. Cojo mi teléfono móvil y compruebo la hora: son las diez de la mañana.

Cuando ya estoy del todo despierto y bastante más despejado, aprovecho para ducharme, vestirme y ponerme en marcha para este nuevo día que ha amanecido tan espectacularmente bonito.

Como cada día, me coloco y ajusto la mascarilla y los guantes de nitrilo azul. Son más de cincuenta días lo que llevo de confinamiento en casa, semiencerrado por el dichoso virus que ha hecho que fuera decretado el estado de alarma sanitaria. Solo me dejan salir de casa para tirar la basura y comprar el pan, especialmente, después de pasar los últimos quince días aislado por haber desarrollado unos síntomas muy leves del virus. No me habían afectado prácticamente nada, eso sí, uno de los síntomas que pude notar era un cansancio y un sueño inusitado. Pero, en fin, eso ya era agua pasada, y podía volver a salir a la calle a hacer mis compras de rigor.

Camino hacia la panadería con paso tranquilo, disfrutando de la perfecta mañana que ha amanecido. Percibo que hay algo más de tráfico de lo habitual, me extraño de ello, como me extraño de que la gente, al cruzarse conmigo y mirarme, me miren como a un bicho raro. Me extraño todavía más cuando, al llegar a la panadería, observo que no hay nadie haciendo cola para entrar y que, además, cuando entro en la tienda, hay más de seis personas y todas ellas sin mascarilla ni guantes.

Se me quedan mirando sorprendidos y una señora me dice:

—¡Pero hombre! ¿No te has cansado después de tanto tiempo de llevar mascarilla y guantes que todavía los sigues llevando? La pandemia terminó hace más de cinco meses y desde que nos vacunaron a todos, no es necesario ir así, gracias a dios, se ha terminado todo, ¿o acaso a ti no te han vacunado?

—Sí, sí… Afirmé con rotundidad.

¡Cielo santo! No podía dar crédito a lo que me estaba pasando, ahora entendía todo el trabajo que me había costado girarme de lado en la cama, ahora entendía, cómo a duras penas había podido levantarme y vestirme, ¡llevaba durmiendo casi cuatro meses!

No dejaba de preguntarme qué razón era la que me había llevado a permanecer tantos meses durmiendo.

Después de recibir esta noticia, ya no quería comprar el pan, salí a la puerta, me quité la mascarilla y los guantes, los tiré a la primera papelera que encontré y levantando los brazos al maravilloso cielo azul, solté una exclamación de alegría desmedida: ¡Bieeeen!

Corrí de vuelta a casa cruzando por el parque. Qué maravilla, cuánta gente estaba paseando en esta preciosa mañana... Me entretengo saludando a los vecinos y amigos con los me cruzo y hasta una amiga que está paseando con su perro viene hacia mí para darme un abrazo y dos besos porque hacía tiempo que no me veía. ¡Cuánta felicidad!

Una vez llego a casa, me empiezo sentir cansado, muy cansado… Y pienso que será debido a tanto tiempo de inactividad por todos los meses que he pasado durmiendo y tanta explosión de alegría. Me acostaré, descansaré y repondré fuerzas, me digo, autoconvencido.

Me tumbo en la cama y me dispongo a dormir con la radio puesta, como siempre acostumbro a hacer para poder coger mejor el sueño, y entre duermevela escucho al locutor:

—Aviso general para toda la ciudadanía: se están detectando nuevos casos de contagios entre la población. Repetimos, nuevos casos de contagios entre la población. Este nuevo brote es debido al contacto con personas, de las denominadas durmientes.

Casi al mismo tiempo que mis pesados párpados se cierran y empujan a mis ojos a la más oscura penumbra, me pregunto:

—¿Qué habrá querido decir con personas durmientes?

 

 

 

Modificado por última vez enJueves, 23 Abril 2020 08:50

Compártelo en las redes sociales

Deja un comentario

Asegúrate de llenar la información requerida marcada con (*). No está permitido el código HTML. Tu dirección de correo NO será publicada.

síguenos en las redes sociales
paga en nuestra tienda con total seguridad

Acceder